En el 1.572, el licenciado Medrano se dirige a Oria para elaborar el apeo de la villa, cuando llega, según él, encuentra Oria con sólo el alcaide, sus dos hijos, dos criados y Juan Hurtado, todos servidores del Marqués, en la fortaleza; cuando pregunta al alcaide que cuantos vecinos tenía la villa antes de la expulsión de los moriscos, éste le contesta que ciento diez, no le dice la verdad para ocultar hacienda de moriscos y agregarla a la del Marqués. Tres años después descubre Tello González de Aguilar que habían sido ciento cincuenta vecinos moriscos los pobladores de Oria antes de su expulsión. Después de la expulsión morisca muchos de los pueblos de la comarca quedaron despoblados, pero en Oria no fue así ya que los habitantes de su fortaleza nunca fueron reducidos por los moriscos y siempre hubo en ella gente cristiana. Los Fajardo, por su señorío y por la percepción de los diezmos en la cuantía concertada con la iglesia, en principio dos tercios, a cambio de lo cual debían construir y conservar a su costa los templos parroquiales, entendieron que esto les hacía dueños absolutos del territorio. Don Luis Fajardo de la Cueva, II Marqués de los Vélez, lo interpretó tan al pie de la letra que cuando los moriscos fueron sacados de estas tierras a Castilla en la segunda mitad del 1.570, se apoderó de sus casas y haciendas con arreglo a leoninos criterios propios, haciendo caso omiso de las normas dadas por el Consejo de Población del Reino de Granada creado por Felipe II, lo que obligó a enviarle como juez extraordinario de población en los lugares de su señorío al licenciado Medrano, que hizo nuevo apeo y realizó la población definitiva, no sin que los apoderados del Marqués protestasen en cada caso. Según Medrano decía del Marqués "pretende que todo es suyo, desde las piedras del río hasta las hojas de los árboles, y que ni el Rey ni los vecinos tiene derecho alguno". El Marqués fue obligado a pagar dos millones de maravedís por las haciendas y bienes moriscos de que se había apropiado, del que salió fiador el mercader Ginés Pérez de Vélez Rubio, que solía negociar los productos agrícolas de su señorío. A continuación don Luis Fajardo planteó a la administración real una serie de pleitos sobre la propiedad territorial de sus señoríos, que sólo detuvo su muerte en el 1.574.
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