Artículo de la revista Makûa. Sor Antonia vivía en un pueblo solitario de Almería, de padre ganadero y comerciante, no tuvo contacto con la vida religiosa hasta pasada la adolescencia. Pero "Dios que tiene su plan, y marca el camino de cada hombre y mujer, tenía sus planes para mí, su día y su hora". A los 14 años viajó con su familia a la aldea de Vertientes, donde sintió el deseo de hacer algo por las personas que están solas, acompañandola a su lado tuvo a su mejor amiga de 10 años. Desgraciadamente una epidemia de tuberculosis cierra la puerta de las casas dejando enfermos en todas las familias. Ella, al sentir la necesidad de visitar a los enfermos, fue enfermera junto al médico, que la enseña a poner las inyecciones entre otras cosas. Ahora quiere ser misionera. A los 18 años, un 13 de julio sufrió un derrame pleural que le dejaría en cama un año. En esos momentos supo que Dios la llamaba, y aunque no sabía a qué, se apoyaba en una imagen de la Virgen, un regalo de su hermano, "y con ella hablaba en la soledad de mi habitación". Castigada de pastora y sin poder salir, el día que cumple 20 años decide escaparse, "fue una escapada dura y difícil, pero Él y mi Madre Purísisma que amo mucho me ayudaron".
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