Nació el convulso año de 1936 en el seno de una familia orialeña dedicada a diferentes actividades relacionadas con el comercio. Nunca imaginó que su afición a la lectura, a leer todo cuanto caía en sus manos, le abriría las puertas de lo que años más tarde sería su profesión, su pasión y casi su vida. Tampoco pudo adivinar, a sus cinco años, que una prematura afección del oído provocaría una prolongada estancia en la escuela de don Antonio Azor hasta cumplir los dieciocho años. Al socaire de estas circunstancias, José Reche Martos, conocido como Pepillo el Carnicero, emprendió una larga y apasionante aventura entre lámparas, transistores, circuitos y ondas. Habita Pepe en el centro urbano de la localidad, junto a la Basílica de las Mercedes, donde aún se entretiene en su colmado, en tanto que sin poder evitarlo deja arrastrar su tiempo y dedicación a las herramientas del audiovisual, a la radio, a la televisión, a la informática y, como no podía ser menos, a los electrodomésticos. Su entrega es tal, que no hay aparato, cacharro o similar que se haya resistido a las habilidosas manos de este artesano de las ondas. Asido el oído permanentemente a su audífono, habla Pepe con verdadera devoción de su encuentro con la técnica. Dada su inevitable inclinación a leer todo papel impreso, un día de su lejana infancia encontró en mitad de la calle una hoja de periódico que recogió con adoración y descubrió un anuncio: Hágase técnico de radio en Escuela Radio Maymo. Solicitó información sobre el correspondiente curso a distancia, pero se encontró con una dificultad inesperada: no disponía de suficiente dinero para afrontar el pago del mismo. Se le ocurrió comentarlo a su maestro, quien a su vez tenía responsabilidades en el entonces Frente de Juventudes. Esta organización adquirió dicho curso, con un periodo formativo de cuarenta y ocho meses y dos partes, una teórica y otra práctica que consistía en montar y fabricar una radio. Un total de seis jóvenes se inscribieron en este curso, pero tan sólo Pepe concluyó los estudios con éxito y aprovechamiento. as primeras enseñanzas sobre una materia tan atractiva y novedosa entusiasmaron al joven técnico que pronto comenzó a realizar algunas reparaciones. Con el dinero ganado y otro poco que le dieron en su casa logró acoplar un mueble al receptor que construyó y que en agradecimiento regaló a su maestro, don Antonio Azor. El avance y desarrollo de la tecnología no cogió desprevenido al técnico orialeño, quien reciclaba y actualizaba su formación de manera permanente. Tras los transistores apareció la televisión, el medio audiovisual revolucionario por antonomasia, y Pepe se apresuró a estudiar otro curso y a conocer todos los secretos de la caja tonta. Después bucearía todos los entresijos de los electrodomésticos, y últimamente, la informática, la construcción de los más insospechados aparatos y la experimentación electrónica ocupan a este impenitente erudito que siempre vaticinó que la electrónica movería el mundo, como ahora ocurre. Pepillo el Carnicero es un mago de la radio. Artúculo publicado por José Luis Masegosa
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