El día 5 de octubre de 1928 el periódico “La Voz de Aragón” publicaba que cerca de Encinacorba, en el Alto del Puerto de San Martín, cuando se estaba construyendo un túnel, se había producido un derrumbamiento durante los trabajos de perforación, quedando sepultados diez trabajadores. El suceso fue así. El día 30 de septiembre a las cinco de la tarde el capataz colocó los cartuchos de dinamita que forman el barreno y a las cinco y media entró de nuevo para ver el resultado que no reparó nada anormal. A las siete de la tarde entró el turno de noche a realizar los trabajos y a las ocho y media un derrumbamiento sepultó a los obreros León Sánchez, Andrés Martínez y Adolfo Sancho. A los gritos de auxilio, los restantes compañeros acudieron en su ayuda y otro desprendimiento sepultó a los que trabajaban en socorro de los primeros aprisionados por las tierras. En el túnel por la boca Sur, a unos 220 metros estaban los primeros escombros del derrumbamiento, y a unos diez metros sepultado el capataz Salvador Miguel y el obrero Florián Casanova. El primero era natural de Fortanete (Teruel), tenía 35 años, con esposa y dos hijos. Florián joven de 18 años, soltero y de Encinacorba. Los restantes fueron: Félix Zuazo, capataz, soltero, natural de Aulesti (Vizcaya); José Cruz Monserrat, de 28 años, soltero, de Iglesuela del Cid; Vicente Collado Martín, de Albarracín (Teruel); León Sánchez, de 21 años, soltero, de Cerveruela; Andrés Martínez, de 27 años, casado, teniendo dos hijos y natural de Oria; Nicolás Martínez. Los trabajadores que lograron sobrevivir de la tragedia con esfuerzos y desgarrones fueron: Enrique López, de 25 años, de Villar de Cuilla (Lugo); Joaquín Sánchez, de 45 años, natural de Oria (Almería); Daniel Piquer, de 25 años, que salvo la vida resistiendo 36 horas bajo una vagoneta y 16 horas sin agua ni luz, medio enterrado y saliendo por un boquete que le abrieron los compañeros Salvador y Francisco Allén. El médico de Encinacorba atendió a los obreros heridos y el Juzgado de instrucción de Daroca con el juez realizó las declaraciones a los salvados de la catástrofe. El suceso causó una gran pesadumbre y zozobra en la población de Encinacorba y comarca, que quedaron consternados. En la Iglesia parroquial se celebraron los funerales con asistencia de todos los obreros del ferrocarril, autoridades, ingenieros de la Compañía y el pueblo todo de Encinacorba.
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